El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial rara vez acaparan titulares. Una búsqueda en Google sobre la endeudada Argentina, por ejemplo, tiene tantas probabilidades de arrojar artículos sobre préstamos del FMI como de celebrar el último triunfo futbolístico de Lionel Messi.
La más reciente condonación de deuda del FMI por 20.000 millones de dólares a Argentina —su principal país deudor— fue anunciada la semana pasada para ayudar al presidente Javier Milei a continuar con las reformas económicas del país sudamericano tras décadas de gasto excesivo.
Sin embargo, el trabajo del Banco Mundial suele pasar inadvertido. Durante la pandemia de COVID-19, otorgó discretamente préstamos y donaciones por valor de 170.000 millones de dólares a más de 100 países, según su sitio web, alcanzando a aproximadamente el 70 por ciento de la población mundial.
El FMI y el Banco Mundial, que se aprestan a sostener sus reuniones de primavera en Washington D. C. a partir de este jueves, enfrentan una incertidumbre considerable. Por un lado, la política arancelaria del presidente estadounidense Donald Trump amenaza con descarrilar el crecimiento económico global. Por otro, el respaldo futuro de Estados Unidos a estas organizaciones está en entredicho.
Proyecto 2025
La especulación se ha intensificado desde que el “Proyecto 2025”, una especie de manifiesto de la derecha nacionalista para el segundo mandato de Trump, propusiera la retirada de Estados Unidos de ambas instituciones, calificándolas de “intermediarios costosos” que redirigen fondos estadounidenses al exterior.
La retirada de Trump del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud, junto con una orden emitida en febrero para revisar todas las organizaciones internacionales financiadas por EE. UU. en un plazo de 180 días, ha aumentado la preocupación sobre el futuro papel de Washington en el FMI y el Banco Mundial. Hasta ahora, EE. UU. no ha designado directores ejecutivos para ninguna de las dos entidades, lo que se interpreta como una pausa deliberada en su compromiso.
No obstante, EE. UU. ha cosechado beneficios sustanciales de estas instituciones, tanto en términos económicos como en la proyección de su poder blando. Con la mayor cuota de voto en el FMI y el Banco Mundial, Washington tiene poder de veto efectivo sobre las decisiones clave. Los préstamos a países endeudados suelen ir acompañados de condiciones como la liberalización de mercados, alineadas con los intereses estadounidenses.
Robert Wade, profesor de economía política en la London School of Economics (LSE), advierte que una retirada de EE. UU. tendría implicaciones serias para su posición global.
“Las sucesivas administraciones y el Congreso de EE. UU. han actuado durante mucho tiempo como si el Banco Mundial y el FMI fueran agentes o brazos de Estados Unidos”, dijo Wade a DW. “De una forma u otra, Washington ejerce una gran influencia sobre sus políticas”.
Aranceles agitan a inversionistas
Los aranceles anunciados por Trump —los más altos en un siglo— generaron gran incertidumbre en la economía global y provocaron fuertes caídas en los mercados bursátiles. Críticos temen que la administración Trump pueda desmantelar todo el sistema financiero global posterior a Bretton Woods, el cual sustenta el comercio y la estabilidad a través de tipos de cambio flotantes, la predominancia del dólar y entidades como el FMI y el Banco Mundial.
“La administración Trump no tiene una postura coherente sobre reformas al Banco Mundial, el FMI ni a ninguna otra institución internacional”, dijo a DW Constantin Gurdgiev, profesor asociado de finanzas en la Universidad del Norte de Colorado. “Se trata de una agenda populista transaccional y enfocada hacia dentro, que busca victorias rápidas a expensas del sistema internacional”.
Cualquier retirada de EE. UU. podría generar una crisis de liquidez inmediata para el FMI y el Banco Mundial, cuyas reservas combinadas de 1,5 billones de dólares dependen en gran medida de las contribuciones estadounidenses. Gurdgiev pronostica un “impacto significativo” en su capacidad para responder eficazmente a futuras crisis, y advierte que una salida de EE. UU. sería un regalo estratégico para China, que ya ha invertido fuertemente en expandir su influencia global.
“Ambas instituciones son extremadamente rentables para EE. UU. y le permiten avanzar en su agenda de largo plazo de contener riesgos provenientes de países como China”, añadió Gurdgiev.
Modelo de financiación chino
Un recuento del Centro de Política de Desarrollo Global de la Universidad de Boston estima que China comprometió casi 500.000 millones de dólares en préstamos a 100 países entre 2008 y 2021. Con un FMI y un Banco Mundial debilitados, los países en apuros financieros o en busca de infraestructura podrían volcarse cada vez más hacia las instituciones chinas, amplificando la influencia geopolítica de Pekín.
En 2015, China y otros países del Sur Global miembros de los BRICS lanzaron el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), considerado a menudo un rival del Banco Mundial. El NDB ofrece préstamos con menos condiciones y promueve el uso de monedas distintas al dólar, desafiando la hegemonía financiera occidental.
Una salida de EE. UU. también podría obligar a trasladar las sedes del FMI y el Banco Mundial fuera de Washington, D.C., posiblemente a Japón, segundo mayor contribuyente. Wade señala que China —subrepresentada en los votos del FMI con solo un 6,1 por ciento — se opondría firmemente a ello.
¿Cómo negociar un mejor trato?
“Trump podría decir: ‘Aumenten su financiación y obtendrán una mayor cuota de voto'”, indicó Wade, elucubrando sobre una posible táctica de negociación del presidente. “Es más probable que EE. UU. amenace seriamente con salir del Banco Mundial que del FMI”, agregó.
Aunque bancos regionales como el Banco Asiático de Desarrollo o el Banco Interamericano de Desarrollo podrían reemplazar en parte al Banco Mundial, las alternativas al FMI son escasas. Los esfuerzos de los BRICS por crear un equivalente al FMI se han estancado.
Según Gurdgiev, Trump espera que el FMI y el Banco Mundial actúen como “porristas” de su política de altos aranceles y de “América Primero”, y prevé que Washington tomará medidas para frenar la influencia de China y otros países de los BRICS en ambas instituciones.
“Pero esas instituciones tienen suficiente integridad intelectual como para entender cuán peligrosas son estas políticas tanto para EE. UU. como para la economía global”, concluyó.